Cumplido el primer mes en "la línea"

Mi mujer y un servidor catalogamos "estar en la línea" al hecho de conseguir mantenernos estables en la alimentación 100 % saludable basada en plantas y definida por comer según los cinco grupos saludables de alimentos: frutas, verduras, frutos secos, legumbres y cereales integrales.

Tras casi tres décadas de indagación sobre la alimentación humana, probando todos los tipos, formas y estilos de dieta que hemos inventado, e incluso proponiendo nuevos estilos ideados por mí, hoy me encuentro en la posición de poder afirmar que es posible y viable alimentarse de manera 100 % saludable. Y no solo es posible sino sostenible, siendo este último aspecto el verdaderamente crucial.

Cuando decidimos seguir un estilo dietético de vida que se salga de la idea popular pero equivocada de que lo mejor es "comer de todo con moderación", suele ser para obtener algún resultado buscado. Esto implica volvernos conscientes de nuestra alimentación. Pero lo objetivamente importante en esta toma de conciencia es que la elección por la que nos decantemos sea, al menos, sostenible. Luego vendría lo siguiente aunque no menos importante: que sea saludable. 

La intervención dietética más popular con diferencia que adoptamos son las dietas de adelgazamiento. El problema principal que todas sin excepción presentan es que, por una parte no son sostenibles a largo plazo y por otra parte distan mucho de ser saludables. Por eso todas fracasan a largo plazo, aunque algunas puedan aparentar ser efectivas a corto plazo. 

Hace años que iba buscando la alimentación más saludable y sostenible posible. Probé muchos enfoques y propuse varios tipos de intervención dietética, pero al final me ceñí a lo único fiable en el mundo humano: la evidencia científica. La evidencia habla alto y claro y uno de sus referentes lo ha resumido con elocuencia: más vegetales, menos animales. 

Me fue muy útil clasificar los alimentos por grupos alimentarios (criterio subjetivo propio) cuya función y/o composición nutricional sea similar, sacando nueve en total: frutas, verduras, frutos secos, legumbres, cereales integrales, huevos, lácteos, carne y pescados (incluyendo mariscos). De ellos solo los cinco primeros son saludables e imprescindibles según lo que dice la evidencia. Casualmente su origen es vegetal porque provienen de las plantas. Pero eso no significa que los alimentos de origen animal sean por definición insaludables. Depende. Los hay neutros (como los huevos, los lácteos, la carne blanca o el pescado) y los hay insaludables (como la carne roja y sobre todo la carne procesada). ¿Qué problema hay, entonces, con los alimentos neutros? Pues que cuanta más cantidad consumamos, menos cantidad de los saludables consumiremos. Si sabemos usarlos correctamente en proporción, no habrá problema. Aunque falta otra pregunta: ¿Quién sabe usarlos correctamente y en la proporción adecuada? La única respuesta es asegurando el consumo suficiente de los alimentos saludables y dejando los neutros como algo secundario y residual. 

Pero yo tenía otra pregunta que iba más lejos: ¿Sería posible, viable y sostenible alimentarse solo con los alimentos saludables?

Tras años de indagación y búsqueda personal sé que la respuesta es afirmativa. 

Si por algún caso decidimos consumir alimentos neutros porque nos sentimos mejor o más seguros a nivel psicológico, no hay problema (siempre y cuando aseguremos el consumo adecuado de los saludables). Al menos es lo que dice la evidencia a día de hoy. Mañana ya veremos. Puede cambiar esa evidencia en referencia a lo neutro. Lo improbable es que cambie en referencia a lo saludable, pues tenemos evidencia cada vez más contundente e inequívoca desde hace treinta años. Lo que sí conviene evitar es lo insaludable. Especialmente los productos comestibles ultraprocesados, que en realidad no son alimentos sino sucedáneos.

La clasificación subjetiva de los grupos alimentarios y la alimentación 100 % saludable basada en plantas la establecí como declaración de intenciones el 31 de diciembre de 2022 y compartí esa declaración con mis amistades y familia. Me la propuse como "objetivo 2023". 

Tuve éxito como siempre. Durante un breve periodo de tiempo. En esta ocasión (a diferencia de otras) no era por la insostenibilidad a largo plazo. Simplemente empezaron los problemas derivados de mi conducta alimentaria alterada. Las vicisitudes de la vida cotidiana, la catastrófica situación alimentaria mundial, el estrés, la agitación mental, la frustración, la inquietud, la insatisfacción crónica y los enfoques actitudinales erróneos me llevaron por enésima vez a quedar atrapado en las recaídas constantes que me depredaban y absorbían, debido al trastorno por atracón que sufro, basado en atracones diarios de ultraprocesados ovolactovegetarianos (exceptuando los productos con gelatina, como golosinas, algunos productos de pastelería y ciertos postres lácteos). Cada recaída implicaba entrar en un ciclo de uno a tres meses con la conducta alimentaria alterada, hasta poder volver "a la línea", pero antes de un mes volvía a recaer. 

A lo sumo estar un mes en "la línea" ha sido mi mayor logro desde hace incontables años.

Hoy veo esta dinámica de una manera inequívoca a mi juicio: ha sido una dura batalla de reeducación conductual a nivel alimentario. Pero considero que los casi dos años transcurridos desde que me planteé aquella declaración de intenciones para 2023 lo han cambiado todo y a pesar de la última recaída reciente, no obstante ya estaba preparado para la transformación final y definitiva. De ahí la decisión de dar comienzo a esta bitácora personal.

Hoy he superado el mes en "la línea". 

De momento todo ha sido gracias a la presunta rinitis seca y la limitación respiratoria que definió mi vida reciente durante un mes completo y exacto. Empezó el 11 de noviembre con la mayor intensidad y finalizó del todo el 11 de diciembre. Hoy he recuperado la normalidad respiratoria de continuo. 

Lo mejor que me aportó esa experiencia angustiante y ansiógena como ninguna vivida hasta el momento, al menos durante tanto tiempo, que volvía los días eternos y me impedía centrarme en nada más que la respiración, fue regular automáticamente los atracones de comida (insaludable o saludable) y el regreso forzado a "la línea". Es algo inequívoco y sin pie a la duda: si comía 100 % saludable me encontraba mucho mejor objetivamente hablando y también respiraba mejor, aunque la limitación seguía. Si comía peor (como pasó los primeros días mientras seguía en la última recaída de septiembre) el proceso respiratorio también empeoraba. 

Parece ser que tener la limitación respiratoria en las fosas nasales secas sirvió para erradicar de un plumazo los atracones de comida, pues no podía comer mucha cantidad antes de sentir una mayor falta de aire. Tras un mes así he vivido una especie de reeducación espontánea de la conducta alimentaria, autorregulándose los atracones por sí solos, mediados por la respiración, que indicaba cuándo había suficiente comida. Hace seis días que no tengo limitación respiratoria y ya he vuelto a la normalidad, pero de momento no han vuelto los atracones ni la necesidad de comer ultraprocesados compulsivamente.

Desde no recuerdo cuánto tiempo hace, pero es mucho, no comía sin atracones, pues incluso cada vez que volvía a "la línea" ellos seguían conmigo. ¿Resultado? Una mejor salud y una pérdida de peso inusual que, tras unos días, se ha estabilizado por fin.

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