La recaída, una disnea angustiante y el retorno


Durante un mes y tres semanas desaparecí del mapa.

Mucho ha llovido (metafórica y literalmente por desgracia) desde entonces.

Hoy he vuelto.

¿Qué sucedió durante ese tiempo transcurrido?

Bueno, la historia de lo que sucedió se remonta a la última semana de septiembre. A partir del día 24 empecé a retomar una serie de ideas que ya conocía desde principios de 2021 y había intentado poner en práctica, resultando fallidas y con ciertas consecuencias derivadas. A pesar de estar distanciado por completo de la autoayuda y la espiritualidad nueva era, no obstante todavía tengo cierta conexión profunda con la espiritualidad tradicional, especialmente oriental asiática.

Mi relación con esa necesidad personal a nivel interior de reconectar continuamente con la espiritualidad tradicional es difícil y tortuosa, pues cuesta y no poco trabajo saber discernir y diferenciar el "grano" útil de la paja "inútil".

Esa serie de ideas citadas más arriba provenían de un método de autoayuda cuyo trasfondo es muy parecido a las ideas principales del Nuevo Pensamiento (New Thought en inglés), aunque presentadas de otra manera y cuya última reinvención más reciente es la aportada por la productora televisiva, guionista, escritora y conferenciante australiana Rhonda Byrne (aunque la mayoría de autores superventas referenciales en la más popular autoayuda provienen del mismo sistema de creencias, como Napoleon Hill, Conny Méndez, Louise L. Hay o Wayne W. Dyer). 

A grandes rasgos lo que viene a decir esta creencia filosófica idealista radical inventada por un relojero, mesmerista y mentalista del siglo XIX llamado Phineas Parkhurst Quimby es que la mente crea la materia (posición ideológica conocida como idealismo en filosofía) y por tanto los pensamientos sustentan toda nuestra vida y lo que nos pasa desde la cuna hasta la tumba, incluyendo aspectos como la salud y las enfermedades o la pobreza y la riqueza, de ahí la insistencia en adoptar un pensamiento positivo radical aunque insincero, ya que los seres humanos no podemos controlar toda nuestra actividad psíquica al completo ni a voluntad, pues en el psiquismo influyen muchos factores poco o nada controlables a nuestro alcance, que van bastante más allá de la voluntad personal y un acto volitivo consciente. Por tanto adherirse a esas creencias idealistas radicales donde nos autoconvencemos de que la mente crea la realidad y por tanto todo lo que nos sucede y vivimos está relacionado con nuestros pensamientos solo conduce a un callejón sin salida, que acaba en frustración y disonancia cognitiva, pues por mucho que trabajemos de la manera más comprometida con nuestros pensamientos y la presunta "configuración (subjetiva) de la realidad", luego la verdadera realidad (objetiva) siempre irá por libre, la mayoría de veces por motivos y razones inescrutables que no podemos saber, pues se nos escapan a nuestro entendimiento. Y no es probable que sea porque van a nuestro favor o en nuestra contra. La vida parece ser que va por libre en ese aspecto y no va ni a favor ni en contra de algo o alguien, sea humano, sea animal, sea vegetal, sino que simplemente va, pautada por una serie de ciclos estacionales repetitivos y leyes planetarias (como la gravedad) que simplemente sostienen la existencia de los seres vivos y ya está. Atribuirle agencia intencional a la vida o a cualquier ser imaginario inverificable es más bien una especulación humana sin base ni fundamento, antes que una realidad evidenciable y obvia. No significa que no lo sea. Significa que no sabemos (nadie sabe) si lo es, de ahí que afirmar cualquier cosa a favor o en contra es meramente una actividad especulativa humana sin fundamento. En todo caso será una interpretación subjetiva, un anhelo, una esperanza a la que aferrarse, un deseo, una necesidad o una mera creencia, basada en la fe, como dios, el espíritu, la mente, el alma, la supervivencia postmortem y un largo etcétera de otras creencias religiosas y/o espirituales que profesamos.

En el tema del Nuevo Pensamiento y cualquier enfoque actitudinal o metodológico derivado de un idealismo radical (la mente ontológicamente por encima de la materia) como la Nueva Medicina Germánica y sus desvirtuadas copias posteriores (Biología Total, Descodificación Biológica Original, Bioneuroemoción...) creo (y a lo mejor me equivoco) tener suficiente experiencia como para afirmar que no solo son una patraña, sino que es todavía peor: son un auténtico peligro público para la salud física y psíquica de sus inocentes y anhelantes buscadores desesperados por encontrar una solución a sus males, sean patológicos (salud), sean económicos (dinero), sean sentimentales (amor). Ya lo decía tiempo ha la canción de Cristina y los Stop: 'tres cosas hay en la vida...'.

Pero cuando vienen mal dadas y los "fantasmas" o "demonios" de la condición humana acechan agazapados en nuestro interior (la insondable y todavía desconocida dimensión psíquica de nuestra existencia), es prácticamente imposible no volver a intentar buscar respuestas y/o remedios inexistentes, aunque ya sepamos de sobra que no nos llevarán a ningún lugar desconocido donde podamos encontrar la solución, sino a repetir por enésima vez lo ya conocido y de sobra. ¿Que el humano es el único animal que tropieza dos veces con la misma piedra? No lo creo. ¡Ojalá fuera tan sencillo! Yo habré tropezado incontables veces con esa misma piedra y lo más alucinante de todo: ¡sigo haciéndolo sin parar! Igual es que no tengo remedio.

El 24 de septiembre había terminado con la primera metodología y decidí empezar con la segunda del mismo autor. La primera era solo teórica, sin más. La segunda era práctica, aunque no tenía mucho que aportar excepto una especie de visualización creativa decimonónica para "configurar la realidad" eligiendo todo lo que quieres, exactamente igual que si la vida o el "universo" fuera un catálogo de Ikea ilimitado, sin cargo y a tu servicio 24/7. Y me preguntarás: Pedro... ¿Y eso, por qué? ¿Acaso eres tonto o estás perdiendo facultades a estas alturas? ¿Estás ya senil prematuramente con apenas 50 tacos o es que has empezado a desarrollar algún tipo de enfermedad neurológica degenerativa que provoca demencia? Y la respuesta que te daré es siempre la misma, a tiempo vencido: no lo sé.

Tampoco sabemos nada de valor sobre la mente. Por eso creo que al hablar de la "mente" debería entrecomillarla, pues nadie sabe hoy por hoy de qué hablamos cuando hablamos de la dimensión psíquica interna que, al menos eso sí, nos caracteriza como especie. Ahora; como no podía ser de otra forma en el mundo humano, todos tenemos una opinión sobre la cuestión (como también la tenemos sobre cualquier otra cuestión) comportándonos como si supiéramos de lo que hablamos. ¡Uuuuuufffff! Agotador y desesperante, pero así son las cosas en nuestro mundo y especie. 

Aunque lo verdaderamente importante a efectos de este artículo virtual es la reflexión que necesito "vomitar" por aquí: he venido a hablar de la condicionante (hiper) actividad psíquica y las dificultades que implica en el día a día manejarse con esa (hiper) actividad subjetiva interna. Hace tres lustros, en el marco del Proyecto Ac.Co (Actitud Consciente), mi primer proyecto vital y profesional que no llegó a nada (como ha sucedido con todo en mi vida), llamé a esta condición humana axiomática Hiperactividad Mental del Pensamiento, abreviada como HMP (me encantaba crear estúpidas y ridículas abreviaturas en forma de siglas). Todavía sigo creyendo que, al menos ese concepto, estaba un tanto acertado, aunque lo de "mental" sea redundante y eufemístico. 

Nada hay más real y objetivo para mí (y me parece que también para la mayoría, por lo que veo cada día y a cada momento) que la irreal y subjetiva hiperactividad del pensamiento, inundándome la cabeza con pensamientos invasivos e intrusivos agotadores. Da absolutamente igual las horas de meditación (vipassana, zazen), de qigong, de relajación, de visualización creativa, de hatha yoga, raja yoga, kundalini yoga... que haya practicado durante décadas. No importa. La hiperactividad del pensamiento nunca disminuye a largo plazo porque parece ser que va asociada por definición a la "naturaleza" neurológica del ser humano o algo así. Va "incorporada de serie" e "instalada por defecto". Pero nunca pierdo la esperanza (eufemísticamente hablando) de obtener al menos un único logro en mi vida: controlar de alguna manera esa hiperactividad improductiva hasta disminuirla a una actividad productiva. Mejor dicho, siempre pierdo la esperanza pero luego vuelvo a recuperarla. Porque sinceramente te digo que lo consigo. Evidentemente que lo consigo... un breve periodo de tiempo. Luego, se acabó y todo vuelve a sus cauces normales más pronto que tarde. Y... ¿por qué o para qué te cuento esta milonga? Pues para ir finalmente al quid de la cuestión.

Agosto fue un mes tranquilo y muy productivo. Nos cambió la vida a mi mujer y a mí sustancialmente. Tras once años de equivocarnos y no poco en algunos aspectos de nuestra vida, que implicaron una incorrecta gestión del dinero ganado y sus consecuencias inerciales, nos vimos en una situación precaria desde finales del año pasado. Entonces, tras dos odiseas familiares muy contraproducentes y un desarraigo nómada desacomodado, el 1 de agosto nuestra suerte cambió gracias a mi maravillosa mujer (como siempre) y remontamos. Pero al llegar septiembre el tercio anímico empezó a desviarse y esos estados de ánimo sombríos, extraños y raros empezaron a "jugar sus cartas", como siempre hacen, "moviendo ficha". Poco a poco se fue apoderando de mi vida esa hiperactividad improductiva del pensamiento que genera inquietud incómoda. La inquietud, si se alarga lo suficiente, acaba generando insatisfacción crónica y la insatisfacción conduce por último al distrés, con acumulación excesiva de tensión, que puede llevar a los ataques de ira, el pesimismo, la ansiedad, la depresión o en mi caso al síndrome de desmoralización.

Entonces llegan las preocupaciones infundadas pero muy difíciles de controlar, invadiendo todo mi espacio psíquico. Poco a poco y día a día, esa hiperactividad "mental" intrusista me genera un desasosiego invasivo y por tanto necesito reducir sí o sí la intensidad. En estos casos lo más fácil (y lo único accesible) suele ser adoptar comportamientos evasivos que reduzcan sintomáticamente esa hiperactividad y que van desde fumar tabaco y marihuana, hasta beber alcohol, tomar todo tipo de drogas (psicofármacos) legales o ilegales, pasando por cualquier conducta adictiva o hábito malsano, incluyendo el consumo de todos los productos creados por la industria del entretenimiento: cine, televisión, radio, videojuegos, redes sociales o cualquier aspecto de todo lo citado en sus versiones 2.0 internáuticas. Hay mucho más pero se volvería interminable citarlo aquí. En mi caso se trata de dos psicoestrategias: la compra compulsiva de libros y los atracones de comida basura.

Soy un tomista investigador autodidacta nato por "naturaleza". Eso significa que necesito probarlo todo y pasármelo por mis manos. El rollo de la fe y la creencia no va conmigo. Considero que hablar sin haber probado es absurdo. Me llevo fatal con todo lo "precocinado" y "recalentado" en el ámbito del cultivo intelectual. Necesito obtener los conocimientos mediante una guía propia autodirigida y autogestionada. El tema de la autoridad, en lo que sea, lo llevo mal. De ahí que mi camino desde la juventud fuera el autodidactismo. Desde la segunda mitad de 1995 me empezó a interesar el tema de la alimentación humana porque deseaba hacerme ovolactovegetariano. A raíz de ese interés conocí el naturismo y el higienismo. Lo probé todo y por experiencia propia quedé convencido de la objetiva importancia que la dieta cotidiana tiene como impacto directo en la salud. A diferencia de las creencias subjetivas como el Nuevo Pensamiento o la Nueva Medicina Germánica, que pretenden opinar subjetivamente y sin fundamento en el tema de la salud y su pérdida, creyendo que pueden "sanar" o revertir enfermedades graves incurables hoy por hoy, es evidente que la dieta influye y no poco, pero tampoco es algo así como una panacea "curalotodo" ni mucho menos. Y considero que el tema alimentario, al ser algo objetivo y con suficiente evidencia científica respaldada desde hace tres décadas, atañe a todo el mundo. Solo tienes que hacer la prueba y comer de manera 100 % saludable para comprobar si hay algún cambio o no en tu estado de salud (a menos que sufras una enfermedad grave, crónica y/o degenerativa, con lo cual no será suficiente con alimentarte correctamente, aunque sí seguirá siendo importante). Comer de forma 100 % saludable es comer a base de frutas, verduras, frutos secos, legumbres y cereales integrales, como vimos en otros artículos de este blog.

El problema llega cuando vives en una sociedad tóxica, enferma y desquiciada, donde todos los comercios accesibles están plagados de sucedáneos comestibles ultraprocesados. O donde la comida basura es barata, hiperpalatable y muy accesible, mientras que la comida verdaderamente saludable es casi un lujo caro e inaccesible en comparación. ¿En qué mundo vivimos, por tanto? ¿Cómo podemos seguir así (la cosa va a peor de momento, no a mejor por desgracia) a estas alturas y con lo que ya sabemos sobre alimentación?

Mi trastorno por atracón con el que llevo unas tres décadas lidiando empezó realmente en la infancia, gracias a la ubicuidad accesible de golosinas, aperitivos, chocolatinas, bollería industrial y todo tipo de sucedáneos comestibles ultraprocesados. De eso hace cuarenta años. ¿No debería estar en la cárcel todo ejecutivo, directivo, investigador y distribuidor que se dedica a diseñar, crear, publicitar y vender comida basura, con lo que hoy sabemos sobre cómo esa mierda arruina nuestra salud y con todos los sistemas sanitarios colapsados?

Pero volviendo a la realidad objetiva, agosto fue un mes maravilloso y estable, donde conseguí volver a mi alimentación 100 % saludable (con algunas excepciones, al ser casi imposible ignorar todos los días y a todas horas tantos estímulos visuales y palatales en cualquier comercio que venda productos comestibles). Pero en septiembre cambió el tercio de mis estados anímicos y todo lo citado anteriormente sobre la (hiper) actividad psíquica interna me fue poseyendo hasta dejarme en un estado de precariedad existencial. La llegada de aquellos dos métodos inútiles de autoayuda según mi experiencia propia, fueron la última línea de defensa para intentar contener los efectos secundarios del agotamiento vital, con toda mi vitalidad consumida por la "mente" y sus hiperactividades. ¿Adivinas qué pasó? 

Exactamente no solo no sirvieron para nada (como siempre me ha pasado) sino que me llevaron a una situación límite, siendo incapaz de parar el descontrol, de recuperar vitalidad o de retomar mi alimentación y rodando cuesta abajo, a toda velocidad y sin frenos, hacia el mismo abismo de siempre, me estanqué en una intensa recaída en los atracones de comida basura, poco después de dar comienzo octubre. Pero insistí e insistí hasta agotar las posibilidades metodológicas. El agotamiento final de ambos métodos de autoayuda llegó el 11 de noviembre. No solo fueron incapaces de cumplir lo que prometen, sino que acaban generando exactamente lo contrario a lo que prometen. Y a pesar de ser algo que sé de sobra desde hace muchos años, no obstante volví a caer en la trampa del último vendedor de humo y aceite de serpiente, que esta vez no venía de "yanquilandia" ni "anglosajonia" sino de la Rusia putiniana (aunque en la España sanchista actual no nos faltan personajes del mismo tipo, destacando a Laín García Calvo). Hablo todo el rato de Vadim Zeland, el Reality Transurfing y Tafti la sacerdotisa.

Lejos de conseguir salud o dinero (porque amor tengo más que de sobra, para dar, vender y regalar desde hace once años por suerte) lo que conseguí fue frustración, recaída intensa, más pérdida de dinero y de regalo me llevé una vivencia angustiante como pocas y que me ha puesto al límite a todos los niveles.

No sabría decirte exactamente cuándo empezó, porque el tiempo se ha eternizado tanto estas últimas tres semanas que he perdido la cuenta y es como si hubieran pasado años a nivel subjetivo, pero en algún momento a principios de noviembre empecé a desarrollar una especie de proceso patológico respiratorio estacional típico de estas fechas: el 28 o 29 de octubre empezó el anual cambio brusco de temperatura y me tocó sacar la ropa de invierno para cubrirme. Hasta entonces seguía vistiendo con la ropa veraniega debido al calor excesivo que no paraba de insistir a diario. Entonces llegó el citado cambio muy cerca de Halloween y unos días después noté que empezaba con un proceso respiratorio arquetípico: la garganta un poco irritada y una especie de limitación respiratoria que parecía indicar la proximidad de un resfriado. Considero que fue debido muy probablemente a un enfriamiento, pues en esos días posteriores a la desproporcionada DANA tan destructiva en Valencia, hubo vientos algo gélidos por aquí. Pero el resfriado no llegaba sino todo lo contrario. Tampoco tenía tos ni congestión nasal, aunque notaba que había algún tipo de infección en las vías respiratorias. Pasaron los días y lo único que persistía era una limitación respiratoria que se volvió angustiante. Parecía disnea pero tampoco implicaba que no pudiera respirar, sino que tenía una especie de limitación respiratoria leve. Al pasar los días y no recuperarme empecé a sentir agobio y ansiedad, especialmente por las noches al intentar dormir. El tiempo de cama (fuera de noche o de día, pues volví al insomnio) era muy angustiante, pero el resto del día también, pues no podía concentrarme en nada más, ya que toda mi atención estaba absorbida por esa sensación de disnea que hiperactivaba los pensamientos más negativos, intrusivos y angustiantes. Estornudaba dos o tres veces al día, pero sin mucosidad. Porque la característica de este proceso respiratorio patológico ha sido la sequedad de las mucosas y vías respiratorias. Así he pasado dos o tres semanas hasta hoy, 23 de noviembre, cuando he conseguido recuperar un poco la normalidad respiratoria, tras un acto espontáneo que hice ayer: mientras estaba lavándome los dientes en el cuarto de baño, al agacharme noté que tenía una especie de mucosidad seca en la nariz que no había notado hasta el momento y al hurgar las cavidades nasales empecé a respirar mejor. Enseguida pensé: ¿sería rinitis seca lo que habré pasado?

Lo mejor de este proceso respiratorio patológico tan intenso y angustiante que he pasado (del cual todavía estoy recuperándome dos o tres semanas después de haberse desencadenado) es que ha conseguido que vuelva a mi alimentación 100 % saludable, a controlar el trastorno por atracón y a retomar una serie de trabajos psicológicos asociados a los principios taoístas. Volví a subir de peso hasta los 110,4 kilos, pero al retomar pronto he bajado a 108,5.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Mi novedosa experiencia con un auténtico y genuino turrón blando de Jijona artesano

Las extravagancias de Diego Conesa y el SCDA en nombre de la salud

¿Adiós a las hemorroides? Espera, espera. No vayas tan rápido