Por fin recuperé la salud respiratoria
Parecía que sí pero no. Los últimos dos días han sido muy difíciles, pues durante horas me encontraba recuperado pero luego no era así y volvía a replicarse la limitación respiratoria y esa sensación angustiante que hiperactivaba los procesos psicológicos ansiógenos.
Hoy, jueves 28 de noviembre, la cosa ha sido diferente desde buena mañana, aunque en el trasfondo todavía notaba que estaba un tanto anclado a la condición patológica, derivada de una clara y obvia sensación de sequedad total en las fosas nasales y las vías respiratorias altas por definición.
Al finalizar la tarde me tomé una infusión de la marca Yogi Tea, las únicas que me gustan, especialmente en otoño e invierno, pues las mezclas de hierbas y especias que las caracterizan son reconfortantes y calientan el cuerpo, además de tener un sabor único que no requiere endulzantes, pues juegan a la perfección con la regaliz, cuyo toque dulce da siempre un resultado sabroso. Me sentó de maravilla y también me ayudó a estar calmado, mejorando un tanto la respiración.
El cambio se produjo anoche, cuando decidí hacerme el lavado nasal con el spray de agua marina y luego me apliqué inmediatamente después la pomada hidratante. Entonces recuperé un poco el aliento y se calmó la sensación limitante.
Unas horas después me acosté a dormir y mientras daba las pertinentes vueltas a la cama antes de conciliar el sueño, me vinieron unas extrañas ideas a la cabeza donde visualizaba el líquido amarillento de la infusión, derivado de la cúrcuma, limpiando las fosas nasales y curándolas para que la mucosa recuperara su normalidad húmeda. Fue una especie de delirio anterior al sueño, mientras me relajaba y desconectaba de la realidad.
Entonces me despejé del todo abriendo los ojos como platos: sentí imperiosamente untarme las manos con un bálsamo pectoral compuesto por aceite de eucalipto, aceite de clavo, aceite de gaulteria y aceite de oliva. Al principio del proceso patológico lo pidió mi mujer por Internet, pensando que tenía un resfriado común, pero luego dejé de usarlo al pensar que más bien resecaba las vías respiratorias y por tanto era, tal vez, contraproducente.
Tras untarme las manos me puse un poco en la garganta y entonces empezó a liberar sus vapores y el psiconáutico olor me abrió las vías respiratorias y sentí casi como si me proyectara "astralmente" igual que si me hubiera drogado y entré en una especie de nebulosa que me desconectó de la realidad durmiéndome, pero con una imagen delirante en la retina: los microorganismos patógenos desalojaban la mucosa nasal debido a los vapores intensos de los aceites esenciales.
Tras pasar toda la noche durmiendo a pata suelta y calentito, he despertado como nuevo. Nada más poner los pies en el suelo y mirar la botella de agua osmotizada al lado de la cama me ha poseído un estado de ánimo concreto y he sentido que el proceso patológico se pasaría solo, pero debía desconectarme y dejarlo tranquilo hasta que desapareciera y el organismo se recuperara reparándose a sí mismo, mientras debía seguir haciéndome los lavados nasales, untándome la crema intranasal hidratante, un poco de ejercicio (flexiones de brazos y abdominales) y especialmente comiendo 100 % saludable (con aumento del consumo de frutas y verduras) pero en cantidades moderadas. Gracias a la calidad y moderación de la cantidad he perdido algo de peso estos días.
A media mañana he decidido retomar mi vida normal, saliendo a comprar. Mientras estaba haciendo la habitual compra en Mercadona de frutas frescas, verduras, pan integral y una cuña de queso curado (mi mujer sigue comiendo un poco de queso y huevos), me sentía recuperado del todo, aunque aún notaba algo de sequedad en la mucosa nasal y esa sensación de extrañeza que provoca.
Hemos comido a mediodía un asado de verduras horneadas (patata, calabacín, berenjena, pimiento rojo) y medio plato de un preparado vegetariano que mi mujer se inventó con soja texturizada, pimientos, avena molida y pimentón de la Vera, en forma de salchichas troceadas con cebolla y una sabrosa salsa cocinada con un poco de vino. Luego he terminado comiendo un mango y una papaya. Esta vez hemos decidido comer sin ver ninguna película (algo que nos gusta hacer mientras comemos, ya que la programación televisiva no la vemos nunca, solo cine).
Entonces, al llegar la tarde, en un momento dado, he entrado al despacho para escribir en un dietario que llevo desde el 15 de enero y lo he notado. De repente la mucosa nasal estaba hidratada por sí misma y no se notaba ni seca ni alterada. La sensación de extrañeza se había pasado y la sensación de recuperar la normalidad respiratoria saludable sin limitaciones había vuelto.
He pasado toda la tarde a la expectativa pero tranquilo y muy feliz, así como agradecido, dedicándome a disfrutar de todos los pequeños placeres de la vida cotidiana que ya no era capaz de disfrutar, absorbido por los procesos psíquicos hiperactivos y desoptimizadores que estaba viviendo, frustrado e insatisfecho siempre. Ahora, viernes 29 de noviembre, a las 0:14 horas, no pienso en nada más que en disfrutar cada instante y ver lo próximo que la vida me depara, sea positivo y bueno, sea negativo y malo, minutos antes de acostarme a dormir.





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