¿La enfermedad como camino?
Hace veintinueve años, cuando empecé a interesarme por la alimentación humana, a través del naturismo y el vegetarianismo, derivado de mi autoiniciación en el budismo tibetano, llegó un libro a mi vida que me pareció curioso e interesante pero solo fue un libro más de tantos. Se titulaba La enfermedad como camino. Fue publicado originalmente en 1993.
Escrito por dos autores alemanes, el principal de los cuales era Thorwald Dethlefsen. Nacido el 11 de diciembre de 1946 y fallecido el 1 de diciembre de 2010, Dethlefsen fue un referente de las pseudociencias. En la década de 1970 se dedicó a experimentar con la hipnosis y desarrolló una pseudoterapia relacionada con la reencarnación asociada a la curación. Idea especulativa que exploró a fondo el psiquiatra estadounidense Brian Weiss, escribiendo varios libros que se convirtieron en superventas al finalizar la década de 1980 (1988 en particular) y durante toda la década de 1990, publicando varios libros más que exploraron a fondo esa misma idea.
La idea afirmaba que nuestras enfermedades actuales estaban relacionadas directamente con (causadas por) las vivencias acumuladas, los traumas experimentados, los errores cometidos y el sufrimiento ocasionado a los demás en las vidas anteriores. Esta idea evidentemente no fue un invento de Weiss ni Dethlefsen. Proviene principalmente del hinduismo y luego fue heredada por el budismo, influyendo en otras religiones y culturas, con una idea angular en el trasfondo como explicación aparentemente racionalizada: el karma.
Aunque se ha convertido en una palabra cómica en Occidente, la idea original y contextualizada de karma no es fácil de entender, como tampoco lo es la de yoga. Nosotros tenemos una deficiente comprensión descontextualizada de estas ideas, métodos y creencias ajenas, pues la cultura occidental se ha dedicado a convertir ciertas ideas orientales asiáticas en modas adaptadas pero totalmente descontextualizadas. Gran parte de la responsabilidad por ello proviene de la espiritualidad nueva era, cuya especialidad es el sincretismo descontextualizador. Esa forma de tratar los conceptos, las ideas y las creencias hace que se pierda el sentido original y se creen muchas confusiones que pueden llegar a ser bastante contraproducentes.
De todas formas y no obstante estamos ante creencias subjetivas e infundadas en todo caso. Esto significa que tanto una concepción del karma como cualquier otra concepción depende únicamente de un acto de fe totalmente personal e individual, es decir, que o crees en ello o no crees. Cada cual decide por su cuenta lo que quiere creer y lo que no, fundamentándose en sus capacidades, competencias y limitaciones inherentes a la condición humana. Dependiendo del uso que hagamos de nuestros recursos y potenciales las creencias pueden variar mucho (no es lo mismo creer en algo sin tener en cuenta, por ejemplo, los sesgos de confirmación, que teniéndolos).
Por norma general lo que solemos hacer (según veo en mi entorno, empezando por mí y analizo luego al indagar en la condición humana) es establecernos en aquello que nos genera mayor comodidad, satisfacción, seguridad o plenitud, aunque no tenga ningún sentido ni fundamento o sea descabellado lo que creemos.
Me parece normal y lo entiendo a la perfección y también empatizo a fondo con ello (aunque no esté de acuerdo personalmente o no comparta un punto de vista), viendo lo difícil y complicada que suele ser la vida cotidiana, especialmente en el ámbito psíquico, donde cada cual lo lleva como mejor puede.
Mi recorrido personal indagando durante casi tres décadas en el mundo de la espiritualidad, las religiones, el ocultismo, el orientalismo, el naturismo o el vegetarianismo me ha llevado a entender en profundidad el valor que puede llegar a tener una creencia pseudocientífica infundada, sea pseudoterapéutica, pseudomédica o pseudohistórica, no importa, cuando lidiamos con nuestra condición humana a nivel psíquico y necesitamos respuestas o soluciones ante el desasosiego de la incertidumbre o la inquietud que nos genera (comprensiblemente) lo desconocido, especialmente cuando se trata de las enfermedades.
Nadie se imagina lo que es tener salud hasta que la pierde. Por eso vivimos nuestras vidas en inconscienciación automatizada, ya que el cerebro funciona automatizando los procesos repetitivos para convertirlos en hábitos sin esfuerzo. Si cada día nos detuviéramos un instante a realizar una pequeña revisión vital consciente, estoy seguro de que nos daríamos cuenta de muchas cosas y las iríamos modificando. Pero eso es casi imposible. Al menos yo lo he intentado durante años y sí, es cierto que durante un periodo de tiempo lo consigo, pero luego me atrapa la inercia inconscienciadora arrastrándome. Entonces llega una pregunta que me parece de lo más pertinente y que, tal vez (o tal vez me equivoque), nos pueda ayudar de alguna manera: ¿Podría la enfermedad ser un camino para replantearnos toda nuestra vida y hacer una profunda revisión vital que nos desautomatice, o al menos nos ayude a identificar y localizar esos automatismos, especialmente cuando han derivado en creencias férreas y estancadas, pero perjudiciales para nosotros y los demás?
Volviendo al principio, el libro La enfermedad como camino argumentaba que no existen las enfermedades sino una única enfermedad causante del malestar individual y lo que llamamos enfermedades serían únicamente los síntomas de esta enfermedad. El libro analizaba el presunto significado interpretado por los dos autores de patologías comunes como las infecciones, los dolores de cabeza o las afecciones cardíacas, junto con otros problemas de salud (era significativo el capítulo dedicado al sida, enfermedad mortal por necesidad en aquella época, que hoy no lo es gracias al avance de la medicina, la virología y la farmacología). Su premisa argumental era que los síntomas (enfermedades) tenían un significado espiritual profundo para la vida de la persona que hubiera enfermado, o dicho de otra forma: las enfermedades eran mensajes del mundo espiritual para que los interpretáramos y a juicio de sus autores, la capacidad de recuperación dependería de una adecuada interpretación.
Se trata de una idea muy subjetiva e incluso peligrosa si se lleva al extremo, pues podría dar una falsa esperanza a personas con enfermedades graves, crónicas, degenerativas e incluso terminales. De creencias parecidas han surgido propuestas y metodologías pseudomédicas que prometen la curación de todas las enfermedades mediante actos volitivos de comprensión psíquica, derivados de un idealismo radical (la mente por encima de la materia). Pero... ¿Podría tener alguna utilidad esa creencia si la contextualizamos de una manera razonable y la aplicamos correctamente a nivel psicológico?
Aunque todavía no estoy recuperado del todo, las tres semanas que llevo con el proceso respiratorio limitante y la leve e intermitente pero persistente disnea o sensación de no poder respirar bien del todo (falta de aire) ha desencadenado toda una serie de vivencias, replanteamientos y revisiones vitales que, al menos temporalmente, me han sacado del estado estancado a nivel psicológico en el que me encontraba desde hace por lo menos un lustro como culminación, pero que empezó hace una década. ¿Podría tener alguna utilidad la idea de la enfermedad como camino?
Por mi experiencia personal creo que la respuesta es afirmativa, aunque no como la expresaron Thorwald Dethlefsen y Rüdiger Dhalke en su popular libro. A mi juicio deberíamos encontrar una posición y actitud vital que psicológicamente nos ayudara a entender, aceptar y saber llevar nuestra enfermedad (sea transitoria, donde es más fácil hacerlo, sea crónica, donde las dificultades aumentan significativamente) y creo que ninguna posición y actitud puede ser mejor que aprovechar la enfermedad sufrida para hacer uno o varios replanteamientos de toda nuestra vida, motivaciones, actividades, objetivos y aspiraciones, así como al menos una importante revisión vital de nuestro sistema de creencias, hábitos, opiniones y comportamientos, modificando aspectos esenciales que tal vez no nos están haciendo ningún bien ni tampoco a nuestro entorno. Eso mismo me está pasando a mí en este momento mientras vivo el extenso y raro proceso patológico respiratorio (mis procesos respiratorios estacionales de otoño e invierno no suelen durar más de dos semanas a lo sumo y normalmente solo tienen una semana de duración).
Pero aparte del replanteamiento total de mi vida (en el que ya me encontraba desde agosto, a pesar de la fuerte recaída experimentada a finales de septiembre y principios de octubre) así como la revisión vital que me ha devuelto a mis raíces originales, alegres, agradecidas y tranquilas, lo más significativo de todo ha sido lo obvio: al tener una sensación intermitente pero constante de limitación respiratoria se ha regulado automáticamente el trastorno por atracón, cuya consecuencia inmediata en mi caso es la obesidad crónica que arrastro desde 2006 (con un lapso de pocos meses a finales de 2012 donde perdí todo el peso sobrante para recuperarlo en poco tiempo y llegar hasta el máximo actual dentro del mismo año 2024 todavía en curso aunque en la recta final).
Sí, la sensación respiratoria limitante hace que le preste la máxima atención consciente a la ingesta de comida y me regule con las cantidades, comiendo como una persona normal come. Pero también me ha ayudado a dejar de nuevo la comida basura, pues comer productos comestibles ultraprocesados o cualquier cosa que no sea saludable (como hice al principio del proceso respiratorio limitante, pues estaba estancado en una intensa recaída que no conseguía superar y tampoco sentía nada más allá que las consecuencias anuales arquetípicas de un enfriamiento sin más) empeora objetivamente mi condición, pero comer 100 % saludable la mejora (o al menos no la empeora y puedo respirar mejor, con tiempos de recuperación y descanso).
Aunque he pensado en ir al médico desde el principio conozco de sobra el estado de sobresaturación que tiene la seguridad social y no me parece lo suficientemente grave mi condición como para acudir, pues creo que estoy dentro de los tiempos prudenciales. Si tomando las medidas que estoy tomando (uso un spray nasal de agua marina para limpiar las fosas nasales, una pomada intranasal hidratante y unas tiras que abren las fosas nasales para dormir bien) junto con las precauciones ambientales en relación al frío, las salidas, sudar y enfriarme o calefactar correctamente el piso donde vivo con mi mujer desde el 1 de agosto, dentro de un mes no ha desaparecido esta condición, entonces sí acudiré por si acaso fuera otra cosa más seria lo que me pasa o al menos para descartar.
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