¿Pueden los alimentos curar las enfermedades?

No solo no existen ni hay evidencias de ello, sino que esta idea subjetiva puede llegar a ser muy peligrosa si la implementamos tomándola excesivamente en serio con enfermedades crónicas y/o degenerativas graves que nos hagan, o bien no empezar con los tratamientos adecuados, o bien abandonar los tratamientos adecuados cuando hemos empezado.

La idea de que los alimentos pueden curar las enfermedades como si fueran fármacos (que no son) proviene de una serie de especulaciones pseudocientíficas, pseudoterapéuticas y pseudomédicas arbitrarias que, tomando como punto de partida las opiniones atribuidas dudosamente al prestigioso médico griego de los siglos V y IV antes de la Era Común Hipócrates de Cos ("que los alimentos sean tu medicina y que tu única medicina sean los alimentos"), se empezaron a sistematizar en la segunda mitad del siglo XIX en Estados Unidos (higienismo) y a finales de ese siglo en Europa (naturismo). Hasta aquel momento nunca se habían sistematizado en filosofías de vida ni sistemas de creencia específicos, al menos de una manera tan explícita. 

Cuando estudiamos las bases doctrinales y teóricas a nivel explicativo de esos sistemas de pensamiento (tanto del higienismo estadounidense como del naturismo europeo) vemos que toda su argumentación está sostenida en base a las creencias desarrolladas por el citado "padre de la medicina" anterior, el médico griego antiguo Hipócrates de Cos, cuyas concepciones médicas fueron superadas durante el mismo siglo XIX y desmentidas por completo (como por ejemplo la creencia en los cuatro humores, que estuvo vigente en la medicina desde la antigüedad hasta la modernidad, volviendo a la medicina acientífica y matando a muchas más personas de las que curaba, hasta demostrarse que era una equivocación total).

Creer que los alimentos pueden curar las enfermedades es como creer en cualquier otra cosa reducida y aislada, por ejemplo, citando una moda muy popular ahora, que las enfermedades son manifestaciones físicas externas de conflictos psicoemocionales internos y por tanto lo único necesario es resolver el conflicto para que el cuerpo recobre la salud. Ambas actitudes se centran en un reduccionismo minimalista extremo, atribuyendo la causa de algo tan complejo como las enfermedades a un solo factor que, si bien puede tener gran importancia, no es suficiente por sí mismo para desencadenar un desequilibrio patológico. He aquí la equivocación.

Tenemos evidencia de sobra como para afirmar que la primera causa de mortalidad anual es una dieta malsana. Es el mayor e inequívoco factor de riesgo en el desarrollo de muchas patologías, especialmente metabólicas, no transmisibles y derivadas del estilo de vida, pero eso no significa que suceda, sino que las probabilidades son más altas cuanto peor y más insaludable sea la dieta seguida a diario. Entonces es aquí donde entra el quid de la cuestión a entender: la dieta solo es un factor entre una multiplicidad polifactorial. Sí, tal vez el más importante (las evidencias son inequívocas), pero no el único. Por tanto no será solo la dieta la única causa de que desarrollemos una enfermedad, sino una multiplicidad de factores, algunos de los cuales estará en nuestra mano controlar (como los factores de riesgo derivados del estilo de vida) pero otros tantos no (como cierta expresión genética o el envejecimiento y sus consecuencias, destacando la inmunosenescencia).

Otro aspecto que debe quedar muy claro en relación a las creencias infundadas sobre la alimentación y la salud es que, si bien está claro que una dieta saludable es el pilar fundamental para optar a obtener y preservar la salud, eso no implica una causalidad directa, correlativa e inamovible en el hecho de obtenerla ad hoc. ¿Qué significa esto? Pues que el hecho de seguir una dieta 100 % saludable no significa obtener garantías al 100 % de salud. Cuando comemos 100 % saludable, los alimentos 100 % saludables como las frutas, las verduras, los frutos secos, las legumbres y los cereales integrales no nos protegen al 100 % de enfermedades estrechamente relacionadas con la alimentación, como el cáncer de colon, por ejemplo, sino a un tanto por ciento que puede variar del 40 al 60 (a veces más). Ello implica que estadísticamente, aunque te alimentes 100 % saludable sigues estando dentro de un porcentaje de riesgo. Por eso, incluso vegetarianos estrictos que consumen elevadas cantidades de frutas y verduras también desarrollarán cáncer de colon, ya que la dieta no es la única causa, aunque sí la principal. Sucede lo mismo con el resto de enfermedades.

Se pueden observar los hechos en la práctica cuando analizamos las vidas y las muertes de algunos creadores de dietas hipotéticamente curativas. Dos casos paradigmáticos (existen muchos más) serían: 

  1. El del japonés Michio Kushi (1926-2014), representante principal de la macrobiótica en Estados Unidos, una dieta de origen japonés basada en principios filosóficos asiáticos derivados de la medicina tradicional china, que explica el presunto origen, causa y curación de las enfermedades por la dieta e incluso su fundador desarrolló dietas restrictivas específicas para tratar patologías concretas. En 1983 Kushi publicó un libro en colaboración con Alex Jack titulado La Dieta Preventiva Del Cáncer, pero, no obstante, en su vejez, él mismo desarrolló un cáncer de colon y acabó muriendo pocos años después de cáncer de páncreas, a pesar de haber seguido fielmente su propia dieta macrobiótica. Su mujer, Aveline Kushi (1923-2001), también seguidora y referente de la dieta macrobiótica, murió de cáncer de cuello uterino, así como su hija Lily Kushi (1953-1995) del mismo cáncer que su madre.
  2. El del inmunólogo francés pionero en la investigación de las histocompatibilidades en los trasplantes de órganos Jean Seignalet (1936-2003). A partir de 1988 aproximadamente, inventó una dieta crudívora fundamentada en especulaciones subjetivas derivadas del método Kousmine o la instintoterapia de Guy-Claude Burger y a la que calificó de "dieta hipotóxica de tipo ancestral" (precursora de la popular paleodieta actual) e incluso trató a pacientes con ella. En 2001 publicó un enciclopédico libro titulado LA ALIMENTACIÓN, LA TERCERA MEDICINA donde fundamentaba sus especulaciones en torno al crudivorismo y el rechazo al consumo de leche o cereales como principal causa de las enfermedades, junto con la cocción de los alimentos. Aunque fue un seguidor acérrimo de sus propias especulaciones, murió de cáncer de páncreas a los 66 años de edad.
Evidentemente lo expresado más arriba no significa que todos los seguidores de la macrobiótica vayan a morir prematuramente y enfermos de cáncer. Si bien el fundador de esta filosofía y estilo de vida fundamentado en una alimentación muy subjetiva y altamente especulativa (sin evidencias científicas de tipo alguno) George Ohsawa (1893-1966) murió a los 73 años de edad (por motivos no aclarados y con versiones muy contradictorias), su esposa, Lima Ohsawa (1899-2000), murió a los 101 mientras dormía. Lo mismo sucederá con la "dieta Seignalet" o cualquier otro sistema dietético que afirme ser "curativo". Habrá casos de un tipo y casos de otros muchos tipos, pues la dieta solo es una parte del todo que representa la salud y las enfermedades.

El verdadero problema, como fue señalado al principio, viene cuando el sistema especulativo que seguimos, porque creemos en él, afirma rotundamente y sin fundamento real que la causa de las enfermedades es la dieta y que simultáneamente también la dieta es la solución a esas enfermedades, como, por ejemplo, sucede en el paradigmático caso del SCDA o Sistema Curativo por Dieta Amucosa (inventado por el naturópata alemán Arnold Ehret [1866-1922] que murió con apenas 56 años de edad tras caer por unas escaleras o por la calle en otras versiones y fracturarse el cráneo) que seguía acérrima y fielmente el empresario y diseñador industrial estadounidense Steve Jobs (1955-2011), negándose en principio durante nueve meses a tratar el cáncer de páncreas neuroendocrino raro (y con buen pronóstico) que le diagnosticaron en 2003. Cuando empeoró y quiso aceptar los tratamientos quirúrgicos y oncológicos, ya era tarde.

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