¿Puede ser saludable eliminar la sal de la dieta?

No cabe ninguna duda y todos lo saben, desde la comunidad científica y los organismos supranacionales a nivel mundial (que desatan las suspicacias conspiranoides) hasta cualquier experto en el tema a título individual: ingerimos una desproporcionada cantidad de sal a diario. Según la acreditada y solvente OMS (Organización Mundial de la Salud) los adultos ingerimos de media mundial 4.310 miligramos de sodio, lo cual equivale a 10,78 gramos de sal a diario. Lo aconsejado son 2.000 miligramos de sodio, es decir, menos de 5 gramos de sal al día. Esto significa que tenemos un problema grave. Y cada vez queda más claro que esa desproporción nos está ocasionando problemas serios de salud. Es muy difícil reducir la ingesta de sal por una sencilla razón: está presente en todo producto comestible ultraprocesado, pan (aunque sea 100 % integral), plato preparado, comida congelada, botes de legumbres cocidas, frutos secos, restauración... La única manera de controlar esa ingesta es dejando de consumir todo lo que no sea comprar materias primas y alimentos frescos, para cocinarlos en casa y regular personalmente el uso de sal. Sin duda que lo mejor es acostumbrarse a comer sin sal. ¿Qué? ¿He leído bien? ¿El tipo este me está diciendo en serio que lo comamos todo sin sal añadida? Ahora sí que sí. Al tercer post se le fue la olla. Por favor, dejad de leer este blog si no queréis terminar en un manicomio. Ya. Bueno. Es comprensible. Incluso hablar de vegetarianismo estricto hace unos años era cosa de cuatro locos fanáticos (los veganos) que hasta yo mismo veía con mucha suspicacia posicionado a favor de Grande Covián en sus opiniones: vale, con la dieta ovolactovegetariana se equivoca porque los huevos y los lácteos son de origen animal y suplen las posibles carencias, pero los veganos sí están vendidos. Los veía como fanáticos ideologizados por motivos filosóficos y éticos animalistas y antiespecistas, que iban a tener una vida corta, plagada de enfermedades y muerte prematura por las carencias nutricionales. Pues no. Tampoco eso era cierto, a menos que la dieta vegana esté mal planificada. Hoy sabemos con evidencia suficiente que una dieta vegana bien planificada es saludable. Esto también significa que alimentarse a base de sucedáneos veganos de la carne, el pescado, los huevos y los lácteos (la mayoría de las veces ultraprocesados) no es precisamente saludable ni planificar correctamente la dieta. Y no, el mito de las carencias tampoco se cumple. Para más información te remito al trabajo de la magnífica dietista-nutricionista española Lucía Martínez Argüelles: https://dimequecomes.com/. Pero volviendo al shock de lo que dije más arriba, yo también pensaba que comer sin sal era la puta locura, pero no lo es para nada. Mi primera idea al pensar en ello fue inequívoca: nada va a tener el mínimo sabor. O comer será algo tedioso y muy aburrido, casi a la fuerza, como si fuera un niño pequeño. Más todavía si pretendes comer a base de alimentos 100 % saludables. Nunca (bueno, eso de nunca es eufemístico, se entiende) he podido estar más equivocado. Todo lo contrario. Enseguida me acostumbré a comer sin sal y jamás he saboreado como lo hago cuando lo hago, pues el problema es el de siempre: pronto acabo dejándolo de hacer porque poco a poco los productos comestibles ultraprocesados y la sal y los azúcares y los edulcorantes y los potenciadores del sabor van ganando posiciones, colándose progresivamente, hasta que se apoderaron otra vez de tu vida. Además pasa algo curioso: cada día estoy más convencido de que los ultraprocesados de los cojones "hackean" o "puentean" o, yo qué sé,  "reprograman" (o todo a la vez) tu cerebro (al menos el mío) de tal manera que cuando los dejas, más pronto que tarde tienes una sensación equívoca pero imposible de esquivar, sobre la necesidad imperiosa de volver a consumirlos compulsivamente y en forma de antojos irreprimibles que provocan una obsesiva hiperactividad de pensamientos invasivos, hasta hacerte perder la paz mental. Aunque hace un tiempo no muy extenso que empecé a ser consciente del problema con la sal, no me lo tomé en serio hasta el 26 de febrero de 2024, es decir, hace apenas medio año. Fue a raíz de unos vídeos que vi de Julio Basulto por internet donde explicaba con su irrebatible contundencia basada en hechos y evidencias (luego puedes decidir ignorarle o intentar rebatirle falazmente y ofendido, para seguir con lo tuyo) el problemón de la sal. Parece ser que se me volvió a "encender la bombilla" en la cabeza. No tardó demasiado en apagarse pero el primer "encendido" me llevó a plantear una duda: ¿Podría ser que la sal fuera la puerta de entrada al irreprimible consumo compulsivo de ultraprocesados? Hasta el momento estaba trabajando con los azúcares añadidos, pues mi mayor problema es con los dulces. Pero tras ese "encendido de la bombilla" me puse manos a la obra e indagué, intentando encontrar el que podría ser un candidato a "plato perfecto" desde una perspectiva 100 % saludable: una sartén, aceite de oliva virgen extra, cebollas, zanahorias, col, coliflor y calabacín, cocinado con tiempo de sobra y a fuego lento, sin sal ni especias.

De inmediato lo vi con suspicacia, levantando la ceja mientras lo preparaba por primera vez. Pero al probarlo con gran escepticismo, directamente me sorprendió, abriendo los ojos de par en par, sin parar de flipar en colores (literalmente). Se convirtió en mi plato favorito de base, completado con quinoa hervida únicamente con agua, sin más (ni sal, ni aceite, ni especias, ni caldo). 

¿De verdad me vas a contar que puedes comer quinoa sin nada? Venga, va. Déjate de coñas. Ahora me contarás que te comes el tofu al natural, así como va: habas de soja, agua y nigari (o cloruro cálcico y cloruro magnésico). Pues siento defraudarte tanto pero sí, así es. No te vacilo ni es coña. ¡Y sinceramente me encanta, está delicioso y cargado de matices distintos! Supongo que me acostumbré. 

Estuve así genial durante tres semanas, creo recordar. Entonces la cabeza loca histérica empezó a mover ficha: ¿No te las estás dando de excesivamente listo? Míralo, don importante... ¡Se cree que ha descubierto las Américas de la nutrición, el tipo! Y las dudas empezaron a reconcomerme por enésima vez: el sodio es imprescindible para la salud y sí, los alimentos tienen de forma natural, pero no precisamente los de origen vegetal, que van más por la línea potásica que sódica... ¿No será que te estás jugando una buena posibilidad de hiponatremia a cara o cruz? Y poco a poco empezaba a sentirme raro, débil, como si me "faltara sodio". Al final, entre la parte de mi cabeza que siempre va por libre con sus "pajas mentales" y la otra parte "secuestrada" por la industria alimentaria ultraprocesadora de productos comestibles para que me vuelva un consumidor fidelizado a esos productos y me deje la pasta en su negocio (a cambio de arruinarme el bolsillo y la salud), acabé recayendo en lo malo conocido, antes que seguir en lo bueno por conocer, la misma mierda de siempre. Pero como nunca consigo estar el tiempo suficiente probando una intervención dietética antes de la recaída, no puedo saber si de verdad me sienta mal o es sugestión hipocondríaca ilusoria. En fin, lo que está claro es que el sodio es necesario y aunque los alimentos ya contienen algo (principalmente mariscos y carnes) la principal fuente al 90 % de aportación sódica es la sal común, compuesta por un 60 % de cloro y un 40 % de sodio. Queda inequívocamente claro según los expertos que es necesario sí o sí reducir su consumo, pero no parece quedar muy claro (a mí personalmente no me ha quedado nada claro tras investigar seis meses el tema a fondo) que eliminarla por completo sea saludable. Hay afirmaciones en ambas direcciones, es decir, que consumir menos de la aconsejada podría generar los mismos problemas de salud que consumir en exceso, hipertensión arterial en concreto. No sé a ciencia cierta si es verdad o no lo es. Lo que sí parece cierto es que la hiponatremia por no consumir sal común queda descartada al ser algo muy muy improbable, pues más bien tiene que ver con problemas serios de salud, como una incapacidad para eliminar el exceso de agua del cuerpo por fallo renal o por la falta de liberación de vasopresina, aunque también podría suceder en casos de intensa deshidratación provocada por un exceso de sudoración o diarrea crónica. De todas formas me parece lo más razonable empezar reduciendo el consumo al mínimo, pero consumir algo controlándola a nivel personal al añadirla, sobre todo si no ingerimos pescados, mariscos ni carne (como es mi caso), pues los requerimientos mínimos apenas llegan a cubrir una cucharilla de café. Y para conseguirlo hay que dejar de comer mal, suprimiendo de nuestra dieta los ultraprocesados, la carne procesada, los restaurantes de comida rápida y todo lo que no sea recuperar el control en la preparación de nuestra comida, sí, esa que luego vamos a ingerir y nos va a impactar resonando por todo el organismo y cada célula, tanto para bien (si acertamos en las elecciones) como para mal (si erramos en las elecciones).

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