Presentación y comienzo (con una declaración de intenciones)
Me llamo Pedro Antonio Barrachina Cerdá.
Nací el 7 de mayo de 1975 en Alcoy, Alicante, España.
Resido en Orihuela, Alicante, España, desde el 14 de febrero de 2013, tras conocer a mi mujer medio año antes en Badoo.
Terminé mis estudios académicos en el verano de 1991. Apenas conseguí el graduado escolar, repitiendo dos cursos. Tras cursar octavo de EGB (Enseñanza General Básica) suspendí todas las asignaturas con insuficiente y ya no pude repetir más cursos porque superaba la edad reglamentaria. Mis padres me ofrecieron las dos opciones existentes para elegir: o estudias o trabajas. Mi elección no era ninguna de ambas pero ante la tesitura de tener que elegir sí o sí lo que me ofrecían, dije, a bote pronto: trabajar. Pero antes me sugirieron bienintencionadamente (eran mis padres) que me sacara el graduado escolar para tener más oportunidades de trabajo. Hoy no sirve para nada (como mínimo se necesita ESO [Educación Secundaria Obligatoria], me parece) pero hace tres décadas sí tenía algo (aunque poco) de valor. Atendí a sus lógicas razones y lo obtuve al año siguiente en EPA (Educación Para Adultos). Nunca jamás retomé los estudios, por tanto, debo ser de las personas que menos titulaciones y formación académica tiene. Eso implica que esta declaración inicial nos lleva a una inevitable pregunta según lo veo: ¿Qué hace un personaje como yo (profano e intrusista) hablando de dos temas como estos tratados aquí? Bueno, pronto (eso espero, aunque lo dudo) llegaremos a ello.
El 13 de noviembre de 1992 empecé a practicar boxeo de manera autodidáctica, con un libro-manual que tenía mi padre (un gran aficionado al pugilismo o noble arte). Lo hice así en principio porque en Alcoy no había ningún gimnasio en el que poder aprender ni practicar boxeo. Con esta segunda declaración ya te imaginarás por dónde van los tiros: sí, a partir de entonces, mi camino iba a ser el autodidactismo. No sé si ha sido un acierto o un error esa elección, pero la verdad es que con el boxeo no iba a llegar muy lejos, pues no solo en Alcoy no había ni gimnasio sino que ya tenía una buena miopía galopante. Vamos, que al quitarme las gafas todo era tan borroso que no sabía si golpeaba al adversario o al árbitro. Seguro que de haber querido dedicarme en serio no habría pasado las pruebas ni para obtener la licencia amateur (no te digo nada de la profesional). No parecía ir muy acertado, la verdad. No obstante y bromas aparte, el boxeo fue muy importante en el final de mi adolescencia y principio de la juventud. Me dio seguridad, motivación, autoconfianza, pertenencia, orientación, salud (gracias al intenso ejercicio físico de resistencia y fondo que practicaba a diario) y mi primer referente juvenil en el que inspirarme: el excampeón mundial de los pesos pesados Evander Holyfield.
El 14 de febrero de 1994 me llamaron a filas. Mi reemplazo (primero del 94) sería uno de los últimos en acudir a la prestación obligatoria del servicio militar durante nueve meses. Las opciones, nuevamente, eran dos: o ir a la "mili" o hacerme objetor de conciencia. Como no tenía nada que objetar a nadie y ni siquiera sabía lo que era la conciencia (ya ni hablemos de la insumisión), decidí prestar el servicio. Hoy las cosas habrían sido diferentes y no creo que para mejor. ¿Ir al ejército y por obligación nueve meses? A otro perro con ese hueso, Estado español. Y lo más seguro, viendo cómo van los asuntos de las obligatoriedades estatalistas, creo que solo habría tenido problemas, saliendo únicamente yo perjudicado. Mis padres también lo vieron buena idea y me animaron, así que allá fui. Para mí resultó ser una de las experiencias más gratificantes de mi vida, tanto, que hasta me gustó como para disfrutar y llegar a ser cabo instructor de reemplazo en la policía militar. Sí, como te lo digo. A día de hoy, treinta años después, sigo sin creérmelo. ¿Cómo pudo llegar un pardillo como yo a cabo instructor de la PM? Pues no lo sé. Supongo que nadie quería ser y los altos mandos eligieron a dedo: pues Barrachina mismo, sí, ese de las gafas con cara de panoli. A mí sinceramente el ejército me la sudó durante los nueve meses. Lo único motivador de verdad fueron las amistades que hice, especialmente con un quinto mío de Motilla del Palancar (Cuenca, España) llamado David Calandín. No fumaba tabaco, no se drogaba, bebía alcohol muy ocasionalmente y era un enamorado del deporte como yo. Levantaba pesas y tenía un cinturón negro primer dan en kárate shotokan. Ya estaba cachas pero, por el tiempo, se pondría mucho más, parece ser. Todo un culturista. Perdí el contacto con él un año después de terminar la "mili". Pero lo más importante para mí fue lo que su amistad me aportó: me inició en el kárate, empecé a practicar artes marciales y leí mis primeros libros, todos ellos relacionados con la figura del legendario artista marcial, filósofo y actor estadounidense de origen hongkonés Bruce Lee (1940-1973).
El 21 de abril de 1995 empecé a leer libros sobre budismo tibetano y zen japonés. Conecté tan a fondo con sus ideas que decidí empezar a practicar meditación y hacerme vegetariano. Pero había un pequeño inconveniente: no tenía ni la más remota idea sobre cómo iniciar una dieta vegetariana sin tener carencias, ni tampoco sabía si era una buena idea hacerlo. ¿Era, nutricionalmente hablando, correcto y saludable el vegetarianismo? ¿O simplemente se trataba de una elección subjetiva y creyente por motivos religiosos, pero que arruinaría mi salud? Hoy, a pesar de las dudas todavía reinantes en el ambiente y la desproporcionada cantidad de desinformación que corre por la Red, al menos tenemos evidencia científica suficiente para responder a esa duda. Hace tres décadas, a pesar de que las evidencias empezaban a ir apuntando maneras, esa respuesta era diferente. Así que, cuando cayeron en mis manos los libros de una máxima autoridad en aquel momento, el médico e investigador español Francisco Grande Covián (1909-1995), cuyo trabajo principal estuvo asociado estrechamente con la nutrición y la bioquímica, hasta el punto de fundar la Sociedad Española de Nutrición, me desmoralicé profundamente, pues, según su opinión (hoy refutada), el vegetarianismo era, sin excesivos matices, una dieta peligrosa para la salud y repleta de carencias. Por ese motivo y otros (afinidades intelectuales e inquietudes y búsquedas personales) abandoné enseguida la ciencia basada en la evidencia y me fui al polo opuesto: la pseudociencia basada en especulaciones, falacias lógicas y sesgos cognitivos.
Pronto encontré los libros de autores naturistas que, por aquel entonces, eran los únicos que defendían el vegetarianismo (también llamado vegetarismo) a capa y espada, aunque la mayoría de esos autores eran de principios del siglo XX, por tanto, o tenían 90 años o habían muerto en la última década. Con ellos y sus libros me hice vegetariano sin miedo pues me vendieron la moto: el naturismo no solo prometía que una dieta vegetariana estaba ausente de carencias, sino que era el único camino hacia la salud total. Con muchos matices y por otros motivos que no tienen relación alguna con sus explicaciones, hoy creo, sinceramente, que tenían razón. La diferencia estriba en que hoy no necesitamos más la pseudociencia para explicarlo porque está la ciencia, infinidad de veces más fiable, rigurosa, exhaustiva, confiable y certera. Al menos esa es mi profana e intrusista opinión personal basada en la lectura de libros y la experimentación personal de métodos.
El naturismo es un movimiento filosófico e ideológico nacido a finales del siglo XIX y principios del XX en Europa. Podríamos decir sin temor a equivocarnos que es el heredero europeo del higienismo estadounidense, nacido unas décadas antes. La doctrina principal que lo sustenta es la creencia basada en la premisa del uso de los agentes naturales (aire, sol, barro, agua y plantas medicinales) para conservar la salud o "curar" las enfermedades. Aunque su argumentación principal estaba centrada en el vegetarianismo. Primero había que adoptar una dieta ovolactovegetariana (en la mayoría de casos, a menos que fuera necesario algún tipo de monodieta "depurativa" a modo "curativo" o ayunos más o menos prolongados) y luego aplicar el uso de los agentes naturales como complemento secundario. Se trata de una pseudociencia muy popular en las primeras tres décadas del siglo XX, pero luego fue decayendo poco a poco. Aunque sus explicaciones y extravagantes afirmaciones sin fundamento estaban, a mi juicio, equivocadas, no obstante considero que en el fondo acertaron con lo de la alimentación asociada a la salud. En lo que sí discrepo es en su idea de la curación mediante la dieta, sea del tipo que sea. A mi juicio es una de las ideas más peligrosas en las que se puede creer, especialmente cuando una enfermedad grave crea convicciones y búsquedas desesperadas. Y aquí va mi tercera declaración: aunque soy un pseudocientífico en proceso de "curación" que sigue sintiendo simpatía por el naturismo y tiempos pasados de ignorancia por mi parte que ni de broma me parecen mejores a los conocimientos actuales, la perspectiva presentada aquí constará de opiniones personales que trataré con espíritu crítico y escéptico, decantándome siempre por la búsqueda de la evidencia científica.
Tanto me motivé con el naturismo que, entre febrero de 1997 y febrero de 1999 hice un curso de naturopatía por correspondencia. A grandes rasgos los autores de aquellos libros citados antes eran o naturópatas o médicos naturistas. Aunque pueda parecer que los primeros no tenían acreditación profesional y los segundos sí (al ser médicos) en realidad ambos defendían el mismo tipo de pseudociencia, por tanto están igual de rechazados y desacreditados por la comunidad científica. Durante los primeros cuatro años me atreví, incluso, a "pasar consulta", pero a mediados de 2003 me di cuenta del error y desistí. En la segunda mitad de 1997 dejé de ser ovolactovegetariano durante las dos décadas siguientes. Probé la macrobiótica y luego fui pasando por diversos enfoques nutricionales, pseudoterapéuticos y pseudomédicos distintos, hasta abandonar. Me fui al polo opuesto de una vida saludable y empecé a salir con los amigos por las discotecas, bebiendo alcohol los fines de semana, fumando tabaco ocasionalmente y por último, probando primero el hachís y luego la marihuana, hasta llegar a fumar porros a diario. Fue la peor idea de mi vida, extendida a lo largo de tres lustros por inercia y conducta adictiva, pero, a pesar del precio a pagar y las consecuencias obtenidas, nunca me he arrepentido, pues me lo pasé muy bien y disfruté al máximo. Esa loca etapa de mi vida finalizó donde había empezado, tomando una baja dosis de LSD-25 (nunca antes había tomado) el 5 de julio de 2012. A partir de entonces nunca jamás tuve que lidiar con ningún hábito insaludable excepto el más importante y problemático de todos: la dieta malsana o insaludable. Pero ese problema venía de lejos. El 24 de diciembre de 2013 dejé de comer carne tras una mala experiencia en la cena familiar navideña. No sé lo que me pasó pero desarrollé una aversión y asco visceral contra la carne. A mi mujer le pasó lo mismo. Suponemos desde entonces que aquellas albóndigas caseras estarían en mal estado (tal vez). No he podido volver a comer carne desde ese momento (mi mujer tampoco). En noviembre de 2015 visitamos nuestro primer restaurante vegetariano en Murcia y me di cuenta de que comía pescado por inercia cultural y costumbre pero a la fuerza. Nunca me gustó nada el pescado. Su olor me ha parecido siempre y me sigue pareciendo vomitivo. Manías personales, supongo, de esas que, dicen, no curan los médicos. El 18 de octubre de 2016 decidí probar el vegetarianismo estricto por primera vez, tras leer El estudio de China del bioquímico estadounidense T. Colin Campbell. Fui vegetariano estricto hasta el 8 de julio de 2019, cuando empecé a desarrollar una especulación personal con la microbiota, los probióticos y los prebióticos, volviéndome lactovegetariano con énfasis puesto en el consumo de alimentos fermentados. Pronto abandoné. Pero lo más importante fue la llegada a mi vida de los libros escritos por auténticos expertos en el tema (dietistas-nutricionistas basados en la evidencia), destacando a dos: Julio Basulto Marset y Lucía Martínez. Julio se convirtió en mi referente de cabecera y desde entonces considero que solo sus consejos me han ayudado de verdad. Pero se trata de una opinión partidista y subjetiva.
El hecho de empezar este inútil e irrelevante proyecto de blog en la segunda mitad de 2024 (¿cuándo dejaron de llevarse los blogs, en 2006 por lo menos?) es por diversos motivos e inquietudes personales: son ya casi tres décadas de interés por la alimentación y la salud. Creo que es una cuestión objetiva y de la mayor importancia para cualquiera. Te debería interesar a ti como, considero que, le debería interesar a cualquiera que se alimente. Nos va, literalmente, la vida en ello. Y por lo que tengo entendido, todos comemos alimentos sólidos y líquidos, además, varias veces al día, excepto aquellos que afirman "vivir de la luz" (de los cuales en 49 años que tengo no he conocido a ninguno, incluso yo lo intenté y fracasé estrepitosamente a los pocos días, a finales de 2012). ¿Tiene algo que ver la alimentación con la salud? Bueno, aquí empieza, entonces, mi opinión personal, por si te interesa.
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